Sumergió su cuerpo en el agua caliente de la bañera y se acordó de el.
De sus susurros al oído y del contacto con su piel.
Se le escapó una sonrisa y cerró los ojos, feliz.
Y entonces no pudo evitar echarle de menos.
Y entonces fue cuando todos callaron y nadie supo que decir.
En toda la sala, no había nadie que pudiera adivinar lo que pasaba por sus frágiles mentes. Eso les desconcertaba, les hacía dudar de su propia existencia. Querían por todos los medios conocer la respuesta a todas las dudas ridículas que paseaban por sus inseguras cabezas. No conseguían nada por mucho esfuerzo que pusieran. Dos besos, y pasaría mucho tiempo hasta volver a verla. Confundidos y dudosos la vieron salir del gran salón sin llegar a averiguar lo que querían.