¿Qué clase de locuras pasan por las mentes de dos personas que no pueden dejar de traspasar los ojos el uno del otro?
¿Y si no pudieran apartar la mirada?
¿Y si no fueran capaces de volver la cabeza por miedo a que ese momento acabe?
Todas y cada una de las palabras quedan dichas con una simple caricia.
Y una sonrisa queda impresa en sus bocas. Una tímida mueca de felicidad que son incapaces de esconder.
Entonces todo vale, todo cobra sentido.
Y al volver a casa, ella corre sola, riendo a carcajadas y gritando palabras sin sentido pues lo único que quiere es llegar y plasmar en papel cada sentimiento, cada palabra que no ha sido capaz de expresar.
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