Una noche de Sabbat, dos tequilas, una budweiser, un concierto del Mester, una tarde de dibujo y charla, un día de cesped en los Zuloagas, un concierto del Conservatorio, una simple matrícula de instituto...y todo queda decidido.
Y te paras a pensarlo y llegas a la conclusión de que ha merecido la pena, de que no te arrepientes de nada de lo ocurrido por mucho que en su momento pensaras que no era lo correcto.
Y te quiero, y te echo de menos.
Y punto pelota.
Y la luna,
que esta noche nos fía otra vez más,
nos invita a otro trago de libertad,
la esencia de la risa.
Non, rien de rien,
Non, je ne regrette rien.