Encendió el incienso. El baño entero rebosó de aquel embriagador y denso humo.
Llenó la bañera. El agua estaba ardiendo y la costó entrar.
Puso música, y cerró los ojos. En realidad solo estaba pasando el tiempo hasta que la alergia dejara de tener efecto en sus ojos hinchados.
Una mezcla de olores inundó sus sentidos. Por una parte, el incienso, por otra, el aceite corporal que había rociado por el agua.
De repente llueve. Los sonidos de la tormenta entran poco a poco en su cabeza. Un trueno, y otro, y otro...debería sacar la ropa del tendedero pero no lo hace, prefiere relajarse escuchando.
Pasa un rato, un buen rato. Sale cuidadosamente de la bañera y se coloca el albornoz. Ahora tiene calor.
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