Por un momento se la calló el mundo encima. Miró y se sintió vacía. Lo único que no quería era pensar. Pero a la vez no podía dejar de hacerlo.
Ciertamente, el tiempo todo lo cura. Pero, ¿y si no hace falta tiempo? ¿Y si lo único que necesitaba era salir a la calle y encontrarse con su gente?
En efecto. Esa era la única medicina posible. Distraerse de los malos pensamientos.
Si lo pensaba, había un montón de gente dispuesta a hacerla feliz. A kilómetros de distancia, o simplemente con dar unos pasos, esas personas no querían verla mal. No entraba en sus planes.
Cada una de esas sonrisas estaban allí para crear una sonrisa aun mayor.
Indudablemente, una mollejas jamás debería estar tristona.
Y entonces fue cuando todos callaron y nadie supo que decir.
En toda la sala, no había nadie que pudiera adivinar lo que pasaba por sus frágiles mentes. Eso les desconcertaba, les hacía dudar de su propia existencia. Querían por todos los medios conocer la respuesta a todas las dudas ridículas que paseaban por sus inseguras cabezas. No conseguían nada por mucho esfuerzo que pusieran. Dos besos, y pasaría mucho tiempo hasta volver a verla. Confundidos y dudosos la vieron salir del gran salón sin llegar a averiguar lo que querían.
martes, 18 de mayo de 2010
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buuuuuuuuuuuuuuuuuuuu
ResponderEliminarte quiero